La ruptura familiar desde el punto de vista psicológico
El concepto de familia es cada vez más cambiante, y por suerte, vemos la introducción de un pluralismo que engloba cada vez más modelos familiares. Sin embargo, desde la vertiente psicológica hay ciertos puntos que se mantienen en el concepto y que son esenciales.
Las familias se establecen para satisfacer determinadas necesidades básicas universales de los individuos constituyentes ya sean físicas, afectivas, sociales, cognitivas, educativas…
Por este motivo cuando se rompe este vínculo tan establecido encontramos consecuencias importantes de todo tipo, pero especialmente significativas pueden ser las psicológicas.
Muchas veces se aguanta en una situación indeseable solo por el supuesto bien de los hijos cuando en realidad esto tampoco comporta ningún beneficio a nadie. En este artículo analizaremos las principales consecuencias que podemos encontrar tanto en padres como en hijos cuando se produce una ruptura.
Consecuencias hijos:
Cuando se decide tomar una decisión de esta magnitud preocupan muchos aspectos, siendo uno de los principales la posible afectación en los hijos.
En el primer momento posterior a la separación preservar el bienestar de los hijos de manera intacta es prácticamente imposible, ya que la separación es una experiencia nueva y dolorosa y eso provoca preocupación e inquietud. Se ha sufrido una pérdida y hemos de entender que por lo tanto hay que elaborar un proceso de duelo.
Las consecuencias dependen mucho del ambiente en el que se encuentre el niño, ya que influyen desde variables personales como edad, sexo, personalidad, ajuste emocional previo… hasta variables familiares como serian la intensidad del conflicto, capacidad de control, comunicación, cooperación… A parte de las cuestiones legales y socioeconómicas y la regulación y gestión que se hagan de las mismas.
Sin embargo, los síntomas más generalizados que encontramos en niños son miedo al abandono, sentimientos de culpa por la mala relación entre sus padres, necesidad de mayor soporte emocional para compensar la angustia y problemas de identidad y autonomía por el cambio vital que viven.
En general, los niños en edad preescolar pueden vivir la separación de manera más intensa en un primer momento, pero a medio plazo se adaptan mejor que los de más edad. En niños un poco mayores pueden surgir sentimientos de ira o conductas de parentalización, donde de adopta un papel protector del progenitor visto como el más “vulnerable”, e incluso conflictos de lealtades. Los preadolescentes pueden reaccionar de forma más madura psicosocialmente y con más comprensión intelectual, que no emocional, de los problemas y presentando posiciones respecto a los padres más claras, pero a la vez también encontramos conductas más agresivas en este rango de edad.
Consecuencias padres:
Las consecuencias en los padres que deciden separarse son siempre más evidentes a simple vista, sin embargo, no hemos de olvidar la importancia de estas y la repercusión que tendrán tanto en los hijos como en todo el proceso.
Principalmente encontramos sentimientos de pérdida, ira, culpa, miedo e inseguridad. Esto puede influir en un deterioro transitorio de las prácticas de crianza, quedando estas influidas por la irritabilidad, menor expresión del afecto y control, menor supervisión directa del hijo y por lo tanto menos eficacia parental.
Se puede producir un desencadenamiento de emociones irracionales, ya que la decisión de separación se acostumbra a tomar por decisión de una de las partes inicialmente.
En algunos casos se emiten mensajes incongruentes por parte de los dos progenitores, doblemente vinculantes, condicionantes y con restricciones importantes a pesar de la aparente libre elección verbal. Todo esto puede derivar en una posición ante los hijos poco saludable. Es por eso por lo que es muy importante recuperar la confianza en sí mismos, buscar apoyo externo, asumir y afrontar los cambios socioeconómicos y crear nuevos vínculos.
Así vemos que la familia ha quedado en un periodo de transición, en búsqueda de la manera de organizarse en vistas al futuro. En este momento normalmente se genera el primer contacto con la justicia, el cual puede traer ansiedad y estrés. Es importante que en este momento los padres hagan el esfuerzo por no fracasar en su proyecto común de corresponsabilidad con los hijos. La decisión tomada por los adultos debe ir a favor del mejor desarrollo de los hijos para que el impacto psicosocial de la ruptura sea poco relevante y que los menores sufran el mínimo número de variaciones en sus puntos de referencia, que se encuentren garantizados de una seguridad y estabilidad en hábitos domésticos, así como una continuidad ambiental, ya que si no se puede comprometer el equilibrio personal de los niños y la aparición de reacciones que impidan un adecuado desarrollo de los hijos.
Desde el punto de vista del psicólogo forense, sería adecuado poder ayudar a los progenitores a decidir la mejor reorganización familiar en la que pueden quedar los hijos y ellos mismos. En caso de no poder trabajar en este sentido, se valorará la nueva organización, cómo se lleva a cabo y cómo puede estar afectando a los niños, padres y la interrelación entre ellos. Se examina el conflicto desde una posición no jurídica, desde la comprensión de vínculos emocionales, comunicación, roles familiares… priorizando siempre el interés primordial del menor y humanizando el proceso. El objetivo es responder a una petición para facilitar la decisión judicial, aportando al procedimiento una información profesional, pertinente y clara.
Paula Medina
Medina Psicología Forense